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San Pedro de Atacama

Imagen de San Pedro de Atacama

Los primeros habitantes del área atacameña arribaron al lugar por el 10.000 antes de Cristo, cuando la zona tenía grandes lagos y potentes ríos, producto del fin de la edad glacial.

Presentación

La zona atacameña presenta un clima desértico, con grandes diferencias de temperatura entre el día y la noche, y con lluvias estivales que no sobrepasan los 100 milímetros al año. Las fuentes principales de agua son los ríos San Pedro y Vilama. El elemento geográfico principal del área es el Salar de Atacama, que ocupa una extensión de 100 kilómetros de largo por 80 de ancho. El salar es producto del afloramiento de aguas subterráneas que, saturadas de sales, se evaporan dejando costras ricas en sal y minerales. Los ríos alimentados por las nieves andinas, cursan el área permitiendo la configuración de múltiples oasis. Este es el escenario donde se desarrolló la cultura atacameña.

Los primeros habitantes del área atacameña arribaron al lugar por el 10.000 antes de Cristo, cuando la zona tenía grandes lagos y potentes ríos, producto del fin de la edad glacial. Las evidencias de los primeros cazadores arcaicos de la región indican que capturaban camélidos salvajes y roedores, que usaban artefactos de piedra y que vivían de forma nómade en aleros y cuevas. Más tarde, altas concentraciones de camélidos salvajes y el aprovechamiento de los productos vegetales permitieron la adopción de un sistema de vida semisedentario, trashumante. Durante el otoño e invierno, los grupos aprovechaban los frutos de los algarrobos y chañares que crecían en los oasis; en tanto cuando se acercaba el verano ascendían a la alta puna para cazar camélidos y recoger obsidiana. Durante esta etapa la cultura se enriquece; las primeras tumbas encontradas datan del 4.000 antes de Cristo y presentan cuerpos flectados, de lado, en cavidades circulares demarcadas por piedras, a veces acompañados con morteros de molienda.

La población atacameña se volvió definitivamente sedentaria durante el segundo milenio antes de la era cristiana, cuando comenzó a realizar cultivos -particularmente de maíz- y domesticó camélidos. La ganadería de la llama era su principal actividad; aprovechándose el cuero, la lana, la carne y también los excrementos del animal, como combustible y fertilizante. Surgió la textilería y la cerámica; esta última se expresa en recipientes cilíndricos de arcilla roja pulida, decoradas con motivos antropomorfos. Más tarde, un nuevo estilo de alfarería dio lugar a la confección de cerámica negra grabada con motivos geométricos. La minería, particularmente la de cobre, fue importante por proveer de un recurso a ser intercambiado con lejanas regiones.

Durante esta etapa, ostentaban el poder entre los atacameños señores distinguidos, que exhibían su status por medio de sus hachas, collares de piedras semipreciosas, sombreros con plumas, y finos textiles. Diferentes hitos de la vida cotidiana, como las defunciones, las cosechas, el arribo de caravanas de llamas, el apareamiento del ganado, etc., daban lugar a solemnidades durante las que se bebía chicha de maíz o algarrobo y se fumaba tabaco -importado desde el noreste argentino- en pipas. Particular importancia dentro de la vida religiosa, dominada por la figura del chamán, la tenía el uso de alucinógenos, para el cual se usaban diversas clases de tabletas y tubos, todos ricamente ornamentados. Los muertos se sepultaban en fardos funerarios: los cuerpos eran amortajados con sus vestimentas, envueltos como un paquete.

Los primeros agricultores atacameños construyeron aldeas como la de Tulor. Ubicada 10 kilómetros al suroeste de San Pedro, presenta casas circulares aglutinadas, construidas con adobones de barro, cuyo techo cónico se sostenía con postes.

La cultura atacameña, desarrollando los rasgos antes descritos, alcanza su fase clásica durante los primeros siete siglos de la era cristiana, parte de la cual se desarrolla bajo el influjo de la cultura Tiwanaku, influjo que se mantiene entre el 400 y el 1200 después de Cristo. Este importante centro ceremonial, a través del contacto directo que establecían las caravanas que transportaban productos de intercambio, transmitió con fuerza a los atacameños su cosmovisión, produciendo evoluciones en los más diversos ámbitos. Las figuras simbólicas centrales del culto tiwanaku, el felino y el cóndor, aparecen en los objetos de importancia social, como en las túnicas policromas usadas por los Señores, los recipientes ceremoniales de hueso de llama, y las tabletas de alucinógenos. Se impone como símbolos de status entre los señores, el uso de vasos ceremoniales y adornos de oro.

Por el año 1.450 la cultura atacameña pasa a ser dominada por el Imperio Inca. Se impone, por tanto, el culto al sol, y uno de sus derivados, el culto a las altas cumbres. La cerámica acusa la nueva realidad política, y se expresa, por ejemplo, en los típicos aríbalos incaicos. El influjo inca perfeccionó entre los atacameños la metalurgia, y también la arquitectura. De esta época datan construcciones defensivas como el Pukara de Quitor, y el poblado de Catarpe, centro administrativo erigido en barro y piedras, desde donde se organizaba la tributación que los locales entregaban al Imperio.

En 1540, los atacameños entran en contacto con los conquistadores españoles, quienes luego de vencerlos militarmente se instalan en el lugar, y establecen encomiendas de indios, parroquia, y administración civil. La evangelización de los atacameños logró hacer del cristianismo un valor propio, generándose un catolicismo andino, que perdura hasta la actualidad y adquiere realce en festividades como las del patrono del pueblo, San Pedro. Perdura hasta hoy también en el poblado la traza urbana hispana y la arquitectura, que combina el aporte español con las técnicas indígenas.

El hito principal es la Iglesia local, construida a comienzos del siglo XVIII, luego de la destrucción de la más antigua. En planta de cruz, su nave tiene 41 metros de largo por 7,50 de ancho. Es de piedra y adobe. La armadura de la techumbre -a dos aguas- es de maderas de la región: chañar y algarrobo; para el cielo se usó tablillas de cactus, cubiertas con barro y paja. El elemento característico de la ornamentación interior es el retablo del altar mayor, en piedra labrada, que luce bella imaginería sacra. El campanario, de adobe, fue reconstruido recientemente a raíz de la destrucción de los anteriores. Está sobre un macizo volumen adosado a la construcción, provisto de una escalera exterior.

En torno al poblado de San Pedro se desenvuelven 12 ayllus, unidades territoriales, productivas y sociales, propias de la forma de organización tradicional de la etnia atacameña; en conjunto, el poblado abarca unas 1.700 hectáreas aproximadamente. Los habitantes de este poblado viven de la agricultura -alfalfa, maíz y frutales- y al pastoreo -auquénidos, caprinos y ovinos-.

Justificación del Valor Universal Excepcional

Criterios cumplidos:

San Pedro de Atacama cumple cabalmente con el criterio ii, iii y v para la inclusión de bienes culturales en la Lista del Patrimonio Mundial, tal como éste es definido en la Guía Operativa para la Implementación de la Convención del Patrimonio Mundial. Es un área que combina sitios arqueológicos y un conjunto urbano; desde este último punto de vista, corresponde a la clasificación indicada en el item ii del párrafo 27.

Criterio ii

El desarrollo de la etnia atacameña se caracteriza por un rico intercambio de valores culturales, donde los grandes aportes son el vernáculo, el de la cultura Tiwanaku, en de los incas y el del mundo hispano. Este intercambio se aprecia en todos los ámbitos de la vida, incluido por cierto la arquitectura, tecnología, arte, urbanismo e intervención en el medio natural.

Criterio iii

San Pedro de Atacama, incluyendo el poblado propiamente tal y los múltiples y ricos sitios arqueológicos de sus inmediaciones, es el centro de la etnia atacameña, y concentra los más excepcionales testimonios de su historia y realidad actual.

Criterio v

Esta área es la muestra excepcional de la forma de vida de los atacameños. Dadas las características de esta cultura, y el carácter invasivo de la cultura moderna, este ambiente es vulnerable, y requiere de grandes esfuerzos para su protección.

Garantías de autenticidad e integridad:

La mejor garantía de autenticidad e integridad de esta área y de los bienes culturales que en ella se encuentran es la propia vigencia de la cultura atacameña. El Estado ha hecho esfuerzos por proteger este patrimonio: de acuerdo a la Ley de Monumentos Nacionales, ostentan esta categoría, y son de propiedad estatal, todos los bienes arqueológicos que se encuentran en el área. El Consejo de Monumentos Nacionales vela por su protección y conservación.

En cuanto a los inmuebles históricos, es monumento nacional en la categoría de monumento histórico la Iglesia de San Pedro; en la categoría de zona típica se ha protegido un sector del pueblo (Decreto Supremo Nº2344, del 28 de marzo de 1980; el año 1994 se amplió la superficie del área protegida).

Comparación con otras propiedades similares:

Existen otros poblados atacameños que reúnen las características de San Pedro, en menor escala (Toconao, Camar, Socaire, Peine). Todos ellos tienen valor universal, a nuestro juicio. Podría evaluarse una presentación conjunta de todos ellos.