Presentación
La Corona Española percibió tempranamente el carácter estratégico de la región austral de Chile, que a través del Estrecho de Magallanes y del Cabo de Hornos era punto intermedio para la navegación desde Europa a la costa americana del Pacífico. Desde fines del siglo XVI, la construcción de fortificaciones en esta zona se convirtió en una alta prioridad, a raíz del tránsito frecuente de naves francesas, inglesas y holandesas, y en particular debido a las incursiones de los corsarios. A la destrucción ocasionada en la costa chilena y peruana por Francis Drake en 1578, se unieron expediciones como la del holandés Hendrik Brouwer, que en 1643 ocupó temporalmente el litoral contiguo a la desembocadura del río Valdivia, con la intención de desafiar desde ahí el poderío español.
Estos hechos llevaron a las autoridades peninsulares a emprender la construcción de poderosos conjuntos defensivos en Valdivia, Valparaíso y Chiloé. Valdivia, el más antiguo de los tres, constituiría, junto con El Callao, el complejo defensivo más importante de la costa americana del Pacífico Sur. Ambos son muestras excepcionales de la escuela hispanoamericana de fortificación. La razón de ser del esfuerzo y los recursos invertidos en Valdivia derivan naturalmente de la necesidad de defender el Perú, que junto con Méjico constituían la principal fuente americana de riquezas de la Corona Española.
En 1645 el Virrey del Perú Antonio de Toledo, Marqués de Mancera, comenzó la ejecución de un plan defensivo largamente diseñado. Uno de sus puntos fundamentales fue el envío de una gran armada a refundar la ciudad de Valdivia -desolada a raíz del levantamiento indígena de 1598-, y a erigir fortificaciones en la costa. El contingente a cargo de la misión se organizó en el Perú, y asombró por su magnitud a los contemporáneos. Se dispuso de 17 navíos, aperados con una cantidad nunca antes vista de materiales de construcción y pertrechos.
El plan original de fortificación se basó en el aprovechamiento de las excepcionales cualidades defensivas de la Bahía de Corral, en la desembocadura del río Valdivia. Se dispuso la creación de cuatro fortalezas básicas que, en caso de ataque, debían operar conjuntamente, cruzando sus fuegos. En la disposición de estos cuatro puntos centrales, y en el diseño mismo de los baluartes, se conjugaron factores topográficos, geográficos y ambientales: las corrientes marinas, los desniveles del terreno, los vientos imperantes, etc. Si bien con el tiempo el conjunto fue aumentado con nuevas baterías, y se alteró el rol de las cuatro esenciales, el esquema original no varió en sus fundamentos, manteniéndose el protagonismo de cuatro puntos: la isla de Mancera, Corral, Amargos y Niebla.
El principal baluarte de este complejo defensivo fue la Isla de Constantino, llamada después de Mancera. La isla está situada en medio de la bahía donde desemboca el río Valdivia, y en ella se edificó el Castillo de San Pedro de Alcántara, según los planos diseñados por el ingeniero mayor de la Armada, don Constantino Vasconcelos. El Castillo, de piedra, fue armado con quince piezas de artillería, y contaba con un foso y dos torres. En su interior albergaba entre otras instalaciones una iglesia y dos conventos: uno franciscano y otro agustino.
En la llamada Punta de Amargos, en el lado sur de la desembocadura del río Valdivia, se edificó el Castillo San Luis de Alba, enteramente de piedra. Llegó a contar con once piezas de artillería, que por su estudiada ubicación podían batir el fondeadero de las naves enemigas. Estaba aislado del exterior mediante un foso, que se cruzaba por un puente levadizo. En su interior había, además de los cuarteles y de la casa del comandante, una capilla. A fines del siglo XVIII, el bastión fue reforzado y se incorporaron a él algunas edificaciones de ladrillo. Actualmente, ninguna de las construcciones interiores del complejo está en pie, pero la estructura de piedra básica con sus piezas de artillería subsiste y ha sido objeto de restauraciones.
El Fuerte de Niebla se yergue en la orilla norte de la desembocadura del río Valdivia; se levanta sobre escarpes de cancagua de unos 30 metros de altura, dominando toda la bahía y el mar abierto. Su creativo diseño se adapta muy bien a la geografía del lugar. El Fuerte de Corral, al sur de la desembocadura, fue remodelado íntegramente en la segunda mitad del siglo XVIII. Constituye una extensa batería que enfrenta al mar 24 cañones, sobre una sólida muralla de piedra. Las construcciones interiores han desaparecido, así como las defensas hacia tierra.
En la segunda mitad del siglo XVIII se realizaría un completo plan de refacción y mejoramiento de las fortalezas, tarea que se encargó a los ingenieros José Birt y Juan Garland. El complejo defensivo de Valdivia llegó a constar de 17 baluartes, entre instalaciones de vigilancia, castillos, fortalezas y baterías. Este bastión ejercería durante la Colonia un efecto disuasivo del todo eficaz, toda vez que de hecho frustró y desincentivó las correrías de las potencias rivales. Paradojalmente, quienes desarticularon estas defensas fueron no los enemigos europeos, sino los patriotas independentistas.
Justificación del Valor Universal Excepcional
Criterios cumplidos:
El Complejo Defensivo de Valdivia cumple cabalmente con el criterio i, iii y iv para la inclusión de bienes culturales en la Lista del Patrimonio Mundial, tal como éstos son definido en la Guía Operativa para la Implementación de la Convención del Patrimonio Mundial. Como conjuntos, corresponden a la categoría indicada en el punto i del párrafo 27 de ese documento; son construcciones que no están habitadas ni en uso, que constituyen un testimonio histórico invaluable y cuyo estado de conservación se puede controlar con relativa facilidad.
Criterio i
El complejo fortificado de Valdivia, en nuestra opinión, es una obra de gran genialidad, por cuanto combina excelencia técnica y constructiva, con adecuado aprovechamiento de los recursos y la morfología del medio, para fines de defensa.
Criterio iii
El conjunto es uno de los grandes legados de la dominación hispánica en América.
Criterio iv
Desde el punto de vista tecnológico, constructivo y arquitectónico, este conjunto es una muestra invaluable de los avances en la era moderna, aplicados a la defensa. Por otra parte, su existencia evoca la competencia expansiva que tuvo lugar entre las potencias europeas a partir del siglo XV.
Garantías de autenticidad e integridad:
Es importante destacar que los baluartes de Valdivia se cuentan entre los primeros bienes del patrimonio cultural chileno en ser protegidos como monumentos nacionales al amparo de la legislación respectiva. El Fuerte de Amargos fue declarado monumento histórico por el Decreto Supremo Nº744, del 24 de marzo de 1926. Por su parte, los de Mancera, Corral y Niebla fueron declarados como tales por el Decreto Supremo Nº3869, del 14 de junio de 1950.
Estas fortalezas han sido objeto de grandes esfuerzos en materia de restauración, sobre todo a partir de la década del '50. Se ha buscado en general restituir la integridad de las murallas, reinstalar las piezas de artillería, y consolidar las ruinas de las construcciones interiores.
Comparación con otras propiedades similares:
Creemos que la disposición geográfica, la complejidad del conjunto, y la maestría de la construcción, hacen de las fortalezas de Valdivia una obra única.