Back to top

Plaza de Armas

  • Imagen del monumento PLaza De Armas
Dedicado A: 
Villa San Agustín De Talca Fundada En 1742
Localización: 
Maule, Talca, Talca
Dirección: 
Plaza de Armas, esquina 1 Oriente con 1 Sur
Referencia Localización: 
Plaza de Armas, esquina 1 Oriente con 1 Sur
Categoría: 
Monumentos Públicos
Tipología: 
  • Monolito
Mandante: 
Club De Leones
Fecha de Inauguración: 
01/06/1967

El monolito Plaza de Armas está ubicado en la Plaza de Armas de la ciudad de Talca. Fue inaugurado en 1967, por solicitud del Club de Leones, en homenaje a la fundación de la Villa de San Agustín de Talca. La Villa de San Agustín de Talca fue fundada por decreto el 17 de enero de 1742, erigiéndose definitivamente el 12 de mayo del mismo año en las tierras donadas por el convento de los agustinos, “en el sitio de los perales, a la parte sur del convento en distancia de cuatro cuadras”. Ese sería el lugar en el que ubicaría la Plaza de Armas y que debería ser, según el historiador Gustavo Opazo Maturana, “el centro de la nueva fundación, su plaza mayor, de donde arrancarían sus calles” (p. 146). Para tales efectos, el gobernador del reino de Chile Manso de Velasco, designó a don Juan Cornelio de Baeza para que llevase a efecto la fundación. En el lugar, Baeza procedió a distribuir solares “a la esfera, méritos y familias” de cada poblador, ubicándolos en la plaza de tal modo que los más distinguidos estuvieran próximos a ella. Los primeros años de la fundación no fueron fáciles, ya que los vecinos más acaudalados, propietarios de haciendas y estancias, rehusaron asentarse en la ciudad, por ser considerado un acto plebeyo.

Por estos motivos, el gobernador Manso de Velasco dictó el 12 de octubre 1743 un bando en el que explicitó que se aplicarían serias multas a aquellos que no se avecindasen, lo que posibilitó que al año esta situación se revirtiese. La creación de villas en el siglo XVIII a lo largo del Valle Central de Chile se encuadra en la política de poblaciones impulsada por la dinastía de los Borbones en el trono de España. Esta política formó parte de las reformas borbónicas que, a juicio del historiador Tulio Halperín Donghi, implicaron una segunda reconquista española de los territorios coloniales. El objetivo de aquellas políticas persiguió la consolidación del poder centralizado de la monarquía a través del control burocrático sobre las elites y las poblaciones locales. Por ello, favorecieron en el siglo XVIII el desarrollo de políticas de asentamiento urbano y avecindamiento de la población rural dispersa por el territorio. En el caso de Chile, tras la victoria del pueblo mapuche en Curalaba el año 1598, la población tendió a ruralizarse, constituyendo a las haciendas como verdaderos centros de poder e influencia en el quehacer nacional.

Esta situación incomodó a las elites religiosas y políticas, dado que extendió la población que vivía fuera de todo control administrativo y judicial, efectuándose una expansión del vagabundaje, como señala la historiadora Alejandra Araya. Por estos motivos se consideraba que la vida urbanizada era fundamento de civilización. Al respecto, el corregidor de Aconcagua, Pedro Cañas Trujillo, señaló en 1778: “La vida en ciudad ha sido y será siempre la que hace a los hombres entrar en su deber, para cumplir con las obligaciones de ciudadano, ella es la que ha producido vasallos útiles al Estado y la que ha dado a la Iglesia ejemplares de religión y piedad, ella es la que civiliza a los hombres, haciéndoles olvidar las malas costumbres con los buenos ejemplos que tiene a la vista”.